The Hangover 2, Zach Galifianakis y el perfect timing

on Sunday, June 5, 2011










The Hangover 2 es idéntica a la primera y que bueno. Todd Phillips, su director, entendió correctamente que lo revolucionario de la original fue la estructura, la forma en la que se contó su historia. Y la secuela la repite.

Vi esta segunda parte en una sala de cine en Rio Hondo llena a capacidad. Para el momento en el que Phil (Bradley Cooper) le anuncia a su esposa que “baby, volvió a ocurrir”, que la noche se había descojonado, todo el mundo en la sala estaba gritando, aplaudiendo y meándose de la risa. Ese momento ocurrió en los primeros cinco minutos del filme.

En The Hangover 2 el que se casa es Stu (Ed Helms) con una mujer asiática, por lo que la boda será en Bangkok. Tracy (Sasha Barrese), la esposa de Doug (Justin Bartha) lo convence de que invite a su hermano Alan (Zach Galifianakis) para sacarlo de la depresión que lo consume, “lo único bueno que recuerda fue el viaje a las Vegas con ustedes”, dice ella. Doug convence a Stu de que invite a Alan, al principio Stu no quiere pero luego se rinde, lo invita y se jodió la cosa.

La película es más que efectiva. El volumen de la risa en la sala era tan alto que no se escuchaban las líneas que venían después de los chiste. La dirección está sólida, las actuaciones perfectas (estos tres están en su prime) y el guión es excelente en proveer suficientes “what the fuck?” moments como para hacer de esta una propuesta de comedia memorable.

Sin embargo, lo que llama mi atención no es lo efectivo del filme, ni los millones que está haciendo. Mi interés se va completamente a un asunto de gusto, timing y sociedad.

Amo el “stand-up comedy” y vengo siguiendo la carrera de Galifianakis desde hace años. Lo vi por primera vez en The Comedians of Comedy, con Patton Oswalt, Maria Bamford y Brian Posehn, un reality show/documental que pasaba Comedy Central los viernes a la 1 de la mañana. Él era el comediante en desarrollo. Pero, nunca había visto a alguien con su estilo. Su delivery, su ritmo, sus one-liners, su interacción con la audiencia y su eficacia en el piano lo hacían único.

“Tengo una novia que se parece un poco a Charlize Theron y un montón a Dog the Bounty Hunter”, decía acompañado de una melodía en el piano. También vi su especial de una hora Live at the Purple Onion a la vez que me preguntaba: “¿Por qué nadie ha descubierto a este cabrón?” (Galifianakis tenía 38 años cuando salió este DVD).

Con el tiempo me resigné a que él era otro de esos talentos que nunca encontraría un público masivo, un comediante marginal. A sus presentaciones asistían de 50 a 75 personas. “Mis fanáticas son las góticas obesas con acne en la espalda.”, vacilaba refiriéndose a lo limitado de su fan base.

Inclusive, luego descubrí que tuvo un talk show en VH1 y que se lo cancelarón porque nadie lo veía. Un talk show que mantuvo su específico sentido de humor hasta el último momento, en uno de los episodios (cuando el show ya estaba cancelado), se le ocurrió la idea de poner solo a una persona en las gradas. La persona se paró a mitad de programa y se fue. También, tuvo como uno de sus invitados a un lápiz, y Galifianakis le preguntó: “así que dime, ¿cómo es esto de ser un lápiz en Hollywood?”.

Entonces fue este pasado viernes, en la sala de cine en Rio Hondo, que llegué a la conclusión de que todo es cuestión de timing; que está de uno seguir trabajando, con o sin público aplaudiendo, porque la oportunidad llegará. Fue increíble ver a 400 personas en un cine riéndose de la misma sensibilidad que nadie veía en aquel talk show.

Galifianakis claramente improvisó mucho de lo que terminó en The Hangover 2 y a la gente le gustó lo que improvisó. A sus 42 años, luego de quemarse las pestañas haciendo comedia por 15 años para 30 personas…él se lo merece.



Imagino que deben estar cansados de ver trailers o tv spots de The Hangover 2 por lo que mejor pongo la primera parte de Live at the Purple Onion de Galifianakis.


Easy-A y la tómbola

on Tuesday, May 31, 2011











Justo cuando uno cree que conoce a Lady Hollywood, ¡Bam!, te sorprende con uno de sus disparates. Y la sorpresa del 2011 es Easy-A, película de la actriz nominada al Golden Globe de comedia o music…wait, what?

¿Emma Stone la de Easy-A? ¿La misma Easy-A que yo vi? ¿La que es una supuesta adaptación libre de The Scarlet Letter, pero que termina siendo una adaptación libre de Clueless, Mean Girls y Juno todas echadas en una licuadora juntas con un mojón y orín? Que basura, increíble como el hype le gana a la integridad.

Se que aquí va el párrafo en donde escribo mi sinopsis de la película pero fuck it, me rehuso.

Hay que establecer lo importante que es, en taquilla y oportunidades, estar nominada a un premio como el Golden Globe; la tradición y el respeto que trae ser reconocido en esa plataforma.

Esta película tiene un guion desastroso que descansa su estructura en un recurso facilón (“Easy-Device”) como lo son las confesiones de la protagonista a un video-blog…ugh, todo lo resuelven con la cabronsita esta hablando a cámara.

Pero lo peor es su tono, ejecutado y refleajdo los choices de Stone…la nominada, pues comparte con sit-coms como How I Met Your Mother esa comedia que viene desde una distancia irónica. En su mundo, solo existen seres humanos con come-backs correctos a cualquier comentario porque son super-witty wit-machines que me aburren la existencia con su perfección forzada y su “imperfección” superficial. Puedo apostar a que esto se escribió por comité, porque igual que todas las otras películas concebidad de esta manera, a Easy-A le falta corazón…emociones humanas reales que usualmente vienen cuando una historia nace de un punto de vista singular. Eso fue lo único que esta gente no le copió a Diablo Cody, Juno had a heart.

Entonces, ¿por qué Emma Stone se nominó al Golden Globe? ¿No habían cinco interpretaciones dignas y se fueron con la darling de la crítica?

Ok, pero está claro que no leyeron entre lineas, solo prestaron atención a los adjetivos (con A mayúscula) que le dieron a Stone. Puse en bold lo que parece ser el verdadero sentir de los críticos…lo que paso desapercibido:


The jokes are hit-and-miss. But Stone is one sassy babe and a breakout star who nails every zinger and brings genuine warmth to her scenes with her parents.”

- Peter Travers, Rolling Stone


“Easy A tacks on a sound message about a teenage girl's right to do with her body as she wishes; the 88 preceding minutes aren't much more relevant than, as one character snarks, ‘a gossip girl in a sweet valley of traveling pants.’ ”

- Melissa Anderson, Village Voice


Much of what passes for fresh in this Scarlet Letter update doesn't bear closer inspection, yet the movie is not without its pleasures, chief among them the potentially star-making lead performance by Emma Stone.”

Sheri Linden, Los Angeles Times


De vez en cuando tu puedes pescar a esta gente tratando de montarse en el tren de peliculitas “cool” de presupuestos pequeños, a sabiendas de que estos productos necesitan de los críticos para separarse del montón. Además de que a estos cabrones le gusta salir en posters y trailers…tú sabes, para validarse.

Pero Emma Stone no debió estar nominada para nada que tuviese la palabra actuación en el título. Tirar líneas con la misma actitud y delivery de Miley Cirus en Hannah Montana no es un reto actoral. Hillary Duff lo había hecho antes, Selena Gómez lo hizo después y aquí Stone lo repite pero con material un poco más adulto (no tan adulto…Will and Grace-sitcomy-adulto).

En una escena de esas en las que la protagonista le habla a la cámara, ella cuenta que la caballerosidad ya no existe como en las comedias románticas de los años 80, “lamentablemente John Hughes no dirigió mi película”, dice la tonta y no se equivoca. John Hughes escribía y dirigía cine de jóvenes (teenagers) de carne y huesos.


El sistema tradicional de quorum no debería aplicar a estas premiaciones. Si no hay cinco actrices merecedoras, pues no hay cinco nominadas. El año pasado, de cinco solo debieron nominarse dos. A Anne Hathaway había que descualificarla porque Love and Other Drugs no es ni comedia ni musical, su interpretación de la paciente de Parkinsons con quince minutos de desnudos en pantalla no iba en esta categoría. Angelina Jolie en The Tourist está tan blah y ordinaria, que su nominación dejó claras las intenciones de los organizadores del evento de tenerla en su alfombra roja…y si es por eso Brad Pitt debió estar nominado también. Ya expliqué porque no a Emma Stone. Eso deja a Julianne Moore y a Annette Benning (la eventual ganadora) como las dos únicas merecedoras de la nominación porque en su interpretación se tomaron riesgos de caracterización, sus choices eran específicos y únicos, y su película The Kids are All Right si era una comedia (progresiva inclusive).

Pero, si insisten en mantener su formato de cinco, hay que nominar a las que se lo merecen y para llenar los espacios sobrantes deberían tirar en una tómbola los nombres de todas las actrices que trabajaron papeles protagónicos en comedias o musicales en el año de la premiación. Todas; y los nombres que salgan llenarán los espacios vacantes. Así es como único le harán literal justicia al randomness de su proceso.




Tri-kings day y por qué Hereafter es perfecta…

on Saturday, May 21, 2011










Seis de enero…día de reyes. Suena la alarma a las ocho y treinta de la mañana. Mi esposa se levanta: “¡Los reyes trajeron regalitos!” (en el día de navidad nos pusimos de acuerdo para regalarnos, aunque estuviéramos pela’os, con un máximo de gasto de cinco dólares). ¿Mi regalo? Un control remoto universal y un paquete de Oreos (me conoce bien). ¿Su regalo? Rachel Getting Married (increíble que ya esté a cinco pesos).

Anoche, mis papás vinieron a jugar Wii a nuestro apartamento y acordamos ir al cine, a la primera tanda del próximo día. Hoy, busco desde mi celular el horario de las tandas para las películas en Plaza del Sol (es el cine más cerca y en la tarde tenemos que estar en Vega Baja para compartir con los suegros). Eso quiere decir no a Biutiful y 127 hours (ambás estan en Fine Arts Café). The Fighter era muy temprano, ya se nos pasó y True Grit la ví, aunque admito haberme sentido mal por no verla con mi papá (un fánatico leal del Western). Hoy llegarón dos películas, Love and Other Drugs (la quiero ver pero era muy tarde, so fuera) y Hereafter.

Algo sucede cuando las películas salen en Puerto Rico dos meses después de que salieron en Estados Unidos, se pierde todo ese empuje y emoción que puede provocar en uno la campaña publicitaria pre-estreno mundial del filme. Sin embargo, con Hereafter, la situación fue distinta porque su publicidad nunca funcionó en mí, pero sí confío en Clint Eastwood como director y eso es suficiente para querer verla.

Plaza del Sol estaba vacío, todas las tiendas cerradas…cielo. Cuando le mencioné a mi papá la película que íbamos a ver dijo: “Ah, ¿no hay una comedia?”, y sí…había una comedia. Fucking Little Fockers (fuck!) casi me jode el fucking día pero no, mi papá la descartó tan pronto vio los dos bebés en el afiche.

El afiche de Hereafter también es un desastre. ¿Qué ha pasado con ese elemento de mercadeo de las películas? Ya no se está ni tratando. Antés (y esto no es un grito de nostalgia, es una prueba de eficiencia), una película protagonizada por Cary Grant tenía una foto prominente del actor, huyendo de un tren con el título del filme encima. Y eso es suficiente porque es un concepto limpio que me posiciona como espectador para la película que voy a ver. Ahora, la mayoría de los afiches contemporáneos son “beauty shots” decontextualizados, como si toda la estrategia publicitaria de la película fuera: “So, ¿te gusta Matt Damon? ¿te gusta Johnny Depp? ¿te gusta Angelina Jolie?”. Una estrategia chévere para la portada de Vanity Fair pero yo no vine a tirarme a Brad Pitt, vine a ver una película, ¿me podrían por lo menos comunicar algo acerca de lo que voy a ver? Gracias…

Entramos a la sala del cine (una de las grandes) y habían tres personas sentadas en la última fila. Hace un tiempo que no me siento en la silla del medio de la fila del medio por lo que aproveché esta oportunidad de hacerlo (se sentía bien, como si Eastwood nos hubiese preparado un “screening” privado).
Arrancan los cortos y no entiendo nada. Lo único que recuerdo es…pistolas, puños, patadas, gente hablando lento con caras de malos, música de heavy metal, explosiones y efectos de sonido demasiado altos. Este mundo se tiene que acabar.

Se apagan las luces y comienza Hereafter. En los primeros cinco minutos de esta película hay un evento catastrófico que te confirma que Clint Eastwood está viejo para jugar a hacer cine, esto es en serio. Su dirección está sólida a través de todo el filme y magistral en varias secuencias.

Y es que el guionista (Peter Morgan, The Queen) de esta película es hábil porque escribió un guión que cuenta tres historias separadas y evitó caer en las trampas que ha caído la mayoría de la gente que ha hecho cine en este contexto pos-Iñárritu. ¿Qué como lo hizo? En una película de Iñárritu se nos presenta una situación en la que está uno de los personajes, luego se corta a otra situación en la que está otro personaje y la historia de estos personajes se queda paralelamente en el aire hasta el final en el que se resuelven o culminan todas las situaciones. Esto se hace a través de estampas cortas, dos a cuatro minutos, y una edición caótica que en realidad funciona más para distraernos de lo facilonas que son las historias, que para moverlas hacia adelante. Hereafter, sin embargo, es una película de secuencias que empiezan y se acaban de manera satisfactoria. Aquí no hay “gimmicks”, nadie quiere distraerte, solo quieren contarte algo y sin prisa.

Una de esas secuencias comienza con dos niños, Marcus y Jason (interpretados por los gemelos Frankie y George McLaren), que con su propio dinero le pagan a un fotógrafo para que les haga un retrato profesional. Los gemelos llevan su foto, la colocan sobre una mesa en su casa y observan como su madre ignora el cuadro por el estado de embriaguez en que se encuentra. A la mañana siguiente tocan la puerta de la casa dos agentes de servicios sociales. Uno de los niños sacude a su madre para que se levante mientras que el otro distrae a los agentes (diciéndoles sin abrir la puerta, que su mamá que está en el supermercado), a la vez que prepara bolsas con artículos del hogar. Cuando la madre se despierta, los niños le entregan las bolsas de compra y la sacan por la puerta de atrás. Con su madre afuera, los niños dejan pasar a los agentes y cinco minutos después, ¿adivina quién toca la puerta?…la madre. Esta secuencia no acaba aquí, su final es trágico pero su ejecución es de admirar. El cambio de valores intra-secuencia, positivo a negativo, es tan complejo y rico en los detalles de su drama que Robert Mckee tiene que haberla visto con un babero. Esta película está repleta de este tipo de secuencias.

Lo inusual aquí fue la decisión de Eastwood (junto con sus editores) de mantener las secuencias intactas. Esta gente no cortó para ganar momentum ni energía falsa, su ritmo es preciso; y en el proceso lograron un contraste con la mayoría del cine americano (que está en cartelera) que me permitió un disfrute mayor de los elementos de la pieza. Lo pausado de su desarrollo me resultó refrescante, casi como si me estuviesen dejando empaparme en las circunstancias de estos personajes para así maximizar en el tercer acto el impacto dramático total del texto.

Y es ahí precisamente donde está el real gozo de este proyecto, en su impacto dramático. Este año me he encontrado admirando cine bien ejecutado en un nivel técnico pero con la incomodidad de que solo algunos (quizás ninguno) lograron envolverme a un nivel emocional. Hereafter lo logró.

Esta es una tendencia que desalienta. Desde que la auto-referencia y lo “pos-mo” se apoderó del cine en los años 90, algo ha sucedido con el producto cinematográfico americano; que se ha contaminado con la efectividad y el culto que ha tenido para con las audiencias el cine de Tarantino y de los Coens, y ha dejado relegado ese cine visceral que alguna vez hicieran Cassavetes o Lumet. Cada vez son más lo cinéfilos que se mean con la complejidad en la cámara de un película, con la hermosura fotográfica o con los personajes creados para vender camisas. Hace falta más cine americano como Hereafter, que preste toda su atención a la honestidad y al sentimiento real en su narrativa…y menos a las posibilidades de su “merchandising”.

Las actuaciones en la película están como todas las actuaciones en todas las películas de Eastwood, excelentes y sútiles. Específicamente Damon y Bryce Dallas Howard que se disparan la maroma de estar en una secuencia de casi 12 minutos en el mismo medio del filme, sin aburrir e impactando con cada cuadro…para pelos.

Todo está bien en esta propuesta.

A los diez minutos de película, mi esposa empezó a verse afectada emocionalmente por lo que estaba viendo en pantalla. “No se si esto fue una buena elección para ver en un día de reyes…” me dijo y le contesté, “El mejor regalo de reyes (o de cualquier día) es sentarse a ver una buena película”. Me quedo con mi elección. Cuando salimos, mis papás estuvieron hablando casi dos horas de la película y de lo mucho que les gustó. Eso no sucede con frecuencia. Algo pasó hoy en esa sala de cine, todo conspiró. 


En “Bridesmaids”, la imperfección de Kristen Wiig es sexy con cojones

on Friday, May 20, 2011












La película comienza con una escena de sexo imperfecto. La mujer le dice al hombre que va muy rápido, que están fuera de ritmo y así conocemos a nuestra protagonista, Annie, interpretada por la también guionista del filme Kristen Wiig.

Desde el arranque se nos anuncia que esta actriz no es Jennifer Aniston, Kate Hudson, Jessica Alba o cualquiera de esas mujeres que llevan haciendo la misma comedia romántica desde hace 15 años. Wiig lo está dispuesta a todo, empezando por el pecado capital de no lucir siempre bella-perfecta y producida. Es atractivo ver a una actriz de comedia que está mas preocupada por la efectividad de sus momentos cómicos en pantalla que por su imagen.

Esta es la historia de una mujer, Annie, a la que su mejor amiga de infancia, Lillian (Maya Rudolph), le anuncia que se va a casar y que quiere que ella sea la madrina. Helen (Rose Byrne), una nueva amiga de Lillian usurpa la relación y en su afán de ser madrina, provoca que Annie cometa todos los errores posibles y haga de todo el pre-evento una pesadilla.

Lo interesante es ver como Bridesmaids se apropió de los códigos establecidos por las grandes comedias americanas que han hecho billete en la pasada década y los comunicó, a través de un punto de vista femenino, a la perfección, corriéndose riesgos emocionales y de estilo que no se corren la mayoría de la basura “cómica” que produce la maquinaria hollywoodense.

Aquí se toca el tema de las dos amigas de infancia que ven amenazada su cercanía por un evento (en Superbad era la universidad, en esta es una boda); se introduce a la clase alta como un agente destructor en la amistad, al punto de provocar una ruptura en la misma, días antes de la boda (igualito que en Wedding Crashers); los personajes secundarios del guión son un grupo de individuos con características particulares, arquetipas en este caso (las damas de honor son la contra-parte femenina del “ensemble” en Old School o The Hangover); se utiliza la estructura del protagonista que en su intento de hacer bien lo echa todo a perder (como en cualquier colaboración de Will Ferrell y Adam McKay); PERO, todo viene desde la perspectiva de una mujer con una sensibilidad específica que no permitió que el pastiche se convirtiera en karaoke. Lo sólido en esta propuesta es su balance.

Inclusive la parte romántica de la película se maneja con expertise y economía. Contadas hay como seis o siete escenas en las que se documenta la relación de Annie con Rhodes (Chris O’Dowd) desde su principio hasta su desenlace obligado, sin pretensión de que este romance es el más importante y hermoso de todos los tiempos. La falta de anticipación por saber lo que pasa con ellos dos es perfecta y hace del desarrollo de la relación uno mas efectivo. En la última escena que comparten ambos, escuché un “awww, que lindo” de una nena en la sala, so…funcionó.

Y esta comedia si tiene su Apatow touch. Aquí no hay escenas que crucen la raya a lo inverosímil, y ese es el delicado detalle con el que siempre cuentan sus producciones. A diferencia de las comedias que hacen Ferrell (Anchorman, Talladega Nights, The Other Guys) y Todd Phillips (Old School, The Hangover, Due Date), Apatow siempre se atreve a ser honesto, no le tiene miedo a que sus personajes sean sensibles y permite que en sus historias domine el realismo…su fuerte no es la farsa. Él tampoco hace cine de comedia facilona, para imbéciles, como el que hace Adam Sandler o Ben Stiller. Su receta es ser gracioso dentro de una estructura con personajes de carne y hueso, y Bridesmaids lleva esta marca.

A mitad de filme pensé en las posibilidades que tiene esta propuesta de convertirse en la primera en hacer el “crossover”, en ser una “película fresita, con un elenco de mujeres…para hombres” y en llegar a la codiciada crítica de “está cabrona papi, está cabrona”. Y todo parecía ir bien, los hombres en la sala disfrutaban de los chistes hasta que llegó la parte climática de la película en donde dos personajes dicen que “se quieren” y que “todo va a estar bien”. Ese fue el momento en el que escuché, en la fila de atrás por mi oído izquierdo a un caquito que dijo: “Quisiera darle pa’ a’lante a esta parte puñeta”. Y todas las posibilidades volvieron a la normalidad…las películas de mujeres son para mujeres y las de hombres para todo el mundo.

Pero, fue en ese mismo momento en el que me percaté de que algo inusual ocurría en mí y que Kristen Wiig, probablemente la mujer menos “atractiva” en cualquier afiche de cualquier peliculita de mierda que haya salido este año, había interpretado uno de los personajes más sexys en la historia del cine americano de comedia.

Pues, es la primera vez en mucho tiempo que en una comedia veo a una mujer protagonista en pantalla que no trata demasiado fuerte, que no pide a gritos que te masturbes con su presentación.

Esta Annie, igual que la Annie que interpretó Diane Keaton en el 1977, es una mujer fallida y rara (quirky)…atributos que ya no se encuentran respresentados en celuloide. ¡Bravo!


Cine parabichos: "Black Swan" y la mano dura de Aronofsky

on Saturday, April 23, 2011

Darren Aronofsky mete cabras. Es un autor de cine que sabe las películas que quiere hacer y no compromete su visión ni pa’ dios.

Si bien miramos la propuesta de Arnosfky podemos notar que todas sus películas se pueden resumir en como la obsesión progresiva, de sus distintos protagonistas, destruye sus vidas, tortura a sus allegados y de cómo el cine mismo es un medio que puede representar estas obsesiones ficticias y las del mismo cineasta… vigorosamente. El cine como plataforma para la obsesión y la demencia.

Black Swan no es la excepción. Es una película efectiva y en ocasiones efectista que mantiene nuestro interés y curiosidad hasta el último minuto. Es una pieza bella que desespera por arte (es “artsy” y pretensiosa, pero no nos molesta…la pretensión es agradable aquí). Es una propuesta notable del año 2010 y amerita alquilarla si no por otra cosa, porque no se parece a nada en oferta. Aunque sí es parecida a otras películas…las del mismo Aronofsky.

Black Swan no toma prestado de sus películas anteriores, es una suma de todas ellas. Obsesiva, “imperfecta” (me refiero a qué se suelta, no le importa el grano, ni los encuadres desbalanceados, ni la cámara en mano) y nos arrastra con la tragedia de sus personajes principales, que nace de su egoísmo y de su compulsividad.

El problema es que su juego nunca es seductor, es un perreo. Aronofsky nunca pierde el control de su audiencia pero en vez de construirnos una senda por la cual paseamos en su cine, nos agarra por la camisa y por el huevo (me refiero al “pene”, aunque no literalmente) y nos obliga a excitarnos. Cada segundo de Swan tiene una manera agresiva de derivar placer, es el equivalente a una Cialis cinematográfica, nos para el bicho bien para’o e insiste en la erección aún cuando estamos cansados y faltos de la caricia. Pero Aronofsky nunca nos pasa la mano.

Y aunque sea estimulante , la verdad del caso es que después de la primera hora Swan, aún siendo genial y memorable, no tiene nada nuevo que decir en el lenguaje de Aronofsky, testimonio de su autoría al menos. Sí, la cámara acecha a los personajes hasta el punto que les respiramos en la nuca; sí, les damos vueltas 360 grados con gran velocidad a los sujetos y cuerpos que danzan una y otra vez y despues aún más. Puro frenesí.

Si la comparamos con The Company, otra pelicula sobre ballet del fenecido director Robert Altman, evidenciamos que Aronofsky nunca nos da una mirada distanciada de su elenco/personajes, siempre quiere que nos peguemos, nos incita al roce. Donde Altman observa los cuerpos y nos da una mirada privada a la danza y su proceso creativo, Aronofsky insiste en que guayemos hebilla y pretender meterse en la mente, explorar la psiquis.

IN A NUTSHELL: El largometraje cuenta la historia de Nina Sayers, bailarina escogida para representar los dos papeles principales del Lake Swan, o sea el White Swan y el Black Swan. Nina, en busca de su cisne más prieto pone en práctica un método que le consume y vuelve loca. Vivirse el rol será su caída.

Hablando de contenido, no podemos dejar de ver a Black Swan como un melodrama esquizofrénico, una exploración de nuestro lado oscuro y erótico. Y un dejarse arrastrar por las garras del arte….hasta perder la cabeza.

Pero ocurren dos cosas cuando “se pierde la cabeza” . Uno se zumba sin miedo y corre riesgos, se llevan las circunstancias y “los motifs” hasta las últimas consecuencias y se performa la liberación. Lo otro es que que en ese frenesí se nos puede ir la mano, y podemos llegar a los insospechado. Y aunque Aronofsky lo logra, Portman se esmanda. Su propio método es un espejo para el de Nina, pero al revés. En vez de meterse en la mente de su personaje, Natalie se mete en su cuerpo. Su método no es el de los sentimientos, el alma y el convertirse, sino el de la práctica, la técnica, el “stunt”. Ese es el problema de Nina y de “Swan”, su carácter psicológico facilita el divertimiento, le da una excusa a Aronofsky de lucirse 20 veces con los mismos planos y explotar todas la convenciones del horror mental…como un masaje brusco a las zonas bajas.

Cuando llega el clímax ya estamos fatigados y no podemos venirnos.

"I'm Still Here" es un documental importante...

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…Y específico. Es lamentable que muchos críticos y cinéfilos se hayan ido por la tangente de concentrar sus comentarios de esta película en preguntarse si todo era mentira o no. ¿Qué carajo importa?

Joaquin Phoenix debió ser nominado para un Oscar (junto con Ryan Gosling por Blue Valentine, pero…eso son otros veinte pesos). Reto a que me consigan un actor que haya arriesgado tanto por un personaje.

Si, un personaje. Todo es un “hoax”…acéptenlo, crezcan, y vean este documental como lo que es: una verdadera exploración de la cultura de las celebridades en la que vivimos y un “performance” que revela la fragilidad (y lo simple que es la manipulación) de los medios.

Todo empieza con una declaración de Phoenix en una entrevista en la alfombra roja: “Quiero anunciar que esto va a ser lo último que hago como actor, porque me retiro…”. Esa misma noche estaba en todos los noticiarios.

Poco después, el actor anuncia que va a comenzar una carrera en la música (hip-hop para acabar de joder) y esa misma noche, ¿adivinen qué? También aparece en todos los noticiarios. Así de fácil.

Lo más increíble es ver la poca dedicación y la falta de seriedad que le pone Phoenix a lo que hace, su altanería y sus cabronerías para con las personas que lo rodean. Es una celebridad con C mayúscula y el mundo le ríe las gracias.

Basta con ver su presentación, como rapero, en una discoteca de Miami para entender el compromiso de este actor para con el proyecto. Phoenix llega a la discoteca a cantar varias canciones de su disco, y luego de terminar la primera, escucha a alguien que lo insulta desde el público. El se lanza desde la tarima y el “bembé” que se forma es delicioso y digno de una celebridad que se descoce. A eso lo siguen vómitos, abucheos y por supuesto, cientos de celulares grabando el espectáculo. Y Joaquín nunca rompe personaje, porque nadie sabe que es un personaje. Y todos los presentes disfrutan su caída, literal y metafórica. Perfecto.

Lo que está pasando con Charlie Sheen hace de este un documental relevante, pues arroja luz sobre un “issue” mucho más importante que la adulación al “celebrity”. Aquí se le da protagonismo al “backlash” y al rencor que le tenemos escondido a los famosos…los queremos ver fallar. En el presente no hay nada más sensacional que ver a un famoso derrumbarse ante las presiones que trae consigo la fama, perder la chabeta, volverse loco frente a las cámaras y cometer “career suicide”.

Buscar las historias más resaltadas mundialmente en los últimos 5 años es encontrar a Britney Spears rapándose la cabeza (y siendo llevada al hospital en ambulancia), a Lindsay Lohan convirtiéndose en adicta y “pilla”, y a Charlie Sheen fumando crack, conviviendo con dos putas y transmitiendo por internet sus episodios mánicos. Es común ver estás noticias desplazando mensajes de Obama en las primeras planas.

Es triste ver como las revistas, los “sites” de internet, E! y los segmentos de farándula se hacen de millones de dólares a cuesta de la desgracia de estas celebridades. (Un claro reflejo de que a nosotros nos gusta esa desgracia, que la consumimos con pasión.)

Y I’m Still Here es precisamente una presentación e investigación de esta cultura, de la mano de dos actores (no olvidemos a Casey Affleck detrás de la cámara) que con intención manipularon el sistema, a su vez mostrando lo que sucede con el ser humano detrás de la historia.

Porque esto no se debe perder de perspectiva. Charlie Sheen es un ser humano. Lindsay Lohan es una mujer de carne y hueso. Britney también.

Igual que se han celebrado documentales como Salesman, Gimme Shelter y Bowling for Columbine dado a lo representativos que son de momentos en nuestra historia; da pena que se le haya restado valor a I’m Still Here debatiendo estupideces sobre su ficción o realidad. Este documental merece ser visto y Joaquin Phoenix merece ser reconocido (igual que lo fue Sasha Baron Cohen por Borat) por ser un genio “performero”.

Uno de los problemas o “issues” que enfrenta la sociedad del 2011 es la cultura del “celebrity”. Y yo no he visto cine documental que lidie con el asunto como lo hizo I’m Still Here.

"The Missing Person" y un manifiesto cojonú de su director

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The Missing Person es una anomalía dentro de la corriente de cine americano contemporáneo. Una película que se atreve a ser específica; su tono es consistentemente raro, y por primera vez en mucho tiempo se nos presenta un filme de detective que está mucho mas preocupado por los conflictos internos de su personaje principal que por su trama.

Los cojones de esta película radican en ser una de las pocas propuestas recientes de "film noir" que usa la forma de este género a su favor para hacer de su “historia” una socialmente relevante. La película hace lucir a Black Dahlia de Brian de Palma (y a todos los otros fallidos intentos de revivir el "film noir" por parte de las super-producciones gringas) como un informe oral de una guaynabeña que estudia comunicaciones y que está mucho más preocupada por el color de las plantillas de su Power Point que por la retrajila de acentos que ignoró por ser una imbécil.

He aquí un escrito del director del filme, Noah Buschel que resume al pie de la letra mi sentir en cuanto al cine contemporáneo se refiere:

“Para mí, “historia” es la palabra más sobre-utilizada en el mundo del cine actual. Escucho a actores diciendo: “Yo solo quiero contar buenas historias”. Escucho productores diciendo: “Yo tengo una pasión intensa por las historias”. Jerry Bruckheimer está en un comercial llamándose a sí mismo “storyteller”. Quizás lo sea.

No sé en que momento el cine independiente se convirtió en sinónimo de contar historias. ¿Cuándo fue que este énfasis extremo en la narrativa se materializó? Como si una película no se prestara, en iguales términos, a ser un poema o una pintura. Pero no escuchamos a actrices protagónicas diciendo: “Yo quiero hacer grandes pinturas” y esto es probablemente una de las cosas más difíciles que enfrentamos los cineastas hoy en día. Si uno quiere hacer una película que no este guíada por la trama, uno tiene que disfrazarla. Yo escribí un guión que está vestido de "film noir" aunque en realidad era mucho más un guión tipo “sueño lúcido” que un guión detectivesco de “¿quien lo hizo?”.

Me resulta gracioso que Sundance este celebrando el arte del “storytelling” para su aniversario. Para mí el cine independiente siempre fue un lugar en el que sus películas podían ser lo que quisieran ser. Cuando pienso en A Woman Under the Influence, la pienso como un retrato. Badlands de Terrence Malick parece mas un "haiku ballad" que una historia. Robert Altman decía que él veía sus películas mas como pinturas que como historias.

No puedo evitar pensar que cuando la mayoría de la gente habla de “storytelling” en el cine contemporáneo, en realidad de lo que están hablando es de la homogenización y del embrutecimiento del cine. Todo está articulado, se mueve con fluidez, te han dicho todas las respuestas y no hay nada quedado en el aire. No hay tiempo ni espacio para respiración, transformación, rarezas y locuras. Es cine como una actividad intelectual estrecha, hecho para bajar fácil en una “laptop”. Es académico y aburrido. Le sirven al cerebro de la gente, en vez de a su cuerpo y a sus entrañas.

Todos tenemos nuestras propias historias y la de personas que conocemos. Somos todos buenísimos contando esas historias. Nuestro cerebro lo hace todo el día. Pero hay una experiencia y una visión que va más allá que las historias. Y eso es precisamente lo que me trajo al cine en un primer instante. Esos momentos en los que un filme abre y expande tu cerebro. Los conceptos desaparecen. El juicio se rinde. Ver Spirited Away de Mizayaki en una sala de cine oscura es como escuchar a Charlie Parker o leer a Emily Dickinson. La pequeña mente racional da espacio a algo que va más allá de los pensamientos.

Y esa es la batalla del día a día para un cineasta como yo. Estoy interesado en ir más allá de las historias pero el mundo del cine independiente está, con cada día que pasa, más y más guíado por el 'storytelling'.”

Noah Buschel
Filmmaker Magazine (Winter 2009)

Rabbit Hole no es "cool"

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Rabbit Hole es una película de adultos, para adultos. No hay tetas, nalgas, penes o vaginas. No hay penetración. No hay pistolas, ni machetes, ni cuchillos…ni sangre.

Hay un excelente guión. Hay un elenco de actores en potencia. Hay una dirección madura que maximiza todos los aspectos dramáticos y temáticos de la historia. Que grata sorpresa…

Es increíble poder mencionar todos estos descriptivos en una película de John Cameron Mitchell (Hedwig and the Angry Itch, Shortbus), quizás el director más “inmaduro” de toda esa generación de cineastas que despuntaron en los años 90; pero es que este filme es específico. Hacía falta una persona que entendiera lo que la pieza quiere decir y Mitchell acertó: aquí se brega con el luto y sus efectos, no solo en los protagonistas, sino que en todas las personas que entran en contacto con ellos.

Todas las escenas, todos los momentos de esta película están enfocados. Becca (Nicole Kidman) llega a casa de su mamá, a visitar a su hermana y ve a un hombre negro que le da comida a un perro. Este perro le ladra a Becca, el hombre negro lo regaña y le dice a ella: “Tranquila, por alguna razón se pone así cuando le da hambre”. Ella le dice: “Lo sé, ese es mi perro”. Y con esa respuesta este hombre entiende todo, lo importante que es este perro y lo insignificante que es él. “Oh, un placer, yo soy Auggie”, le dice el hombre a Becca y ella descubre que este es el padre de su sobrino.

Ahora, un guionista y un director inseguro se hubiesen dejado seducir por el montón de posibilidades que le trae esta revelación a la próxima escena. Quizás la hubiesen desviado a una discusión “interesante” sobre raza, o sobre lo mayor que está el hombre para la hermana; pero no, se hace un solo comentario y se regresa enseguida a lidiar con el sentido de pérdida que siente toda la familia.

Ese tipo de concentración y visión de túnel, hacen que Rabbit Hole sea una de esas pocas piezas en el 2011 que está más preocupada con los humanos de su historia que con la forma y el estilo en su presentación. Está anclada en sus personajes y que bueno…es un respiro.

Nicole Kidman sabe escoger proyectos. Esta es la misma actriz que en los últimos diez años ha protagonizado Margot at the Wedding, Cold Mountain, Dogville, The Hours y The Others. Todas, películas que han sabido aprovechar esa frialdad que tan fácil comunica su rostro para obtener diferentes resultados. John Cameron Mitchell lo utilizó a la perfección. Aquí es un placer ver a Kidman batallando con su neurosis en silencio. En todos los cuadros del primer y segundo acto se ve a una mujer que le guarda secretos al mundo presentándose como fuerte. Es sorpresivo el efecto que causa en uno el ver esa fortaleza en su rostro quebrarse.

Pienso que Aaron Eckhart comparte esas cualidades con Kidman (el del “tough, strong-minded people”) y, aunque su personaje va en el asiento del pasajero de la película, es preciso observar como el guionista y el director fueron justos con su desarrollo. Lo importante es que a Eckhart no se le vio esa cualidad artificial californiana que abunda en muchos de sus “choices”. Y bien por él.

La fotografía de está película no quiere llamar la atención. La cámara es estática y la iluminación es común. Pero todo funciona. Pareciera que Mitchell quería que su filme operara en el mismo contexto estético de Army Wives o Desperate Housewives, que no hubiesen quiebres en el proceso de inmersión y que al espectador se le hiciese fácil el entrar a la suburbia. La familiaridad con esta atmósfera , la desaparece (eso es algo en lo que no se piensa), para así darle un real protagonismo a los personajes en pantalla.

Está claro que habían profesionales tomando decisiones en Rabbit Hole. Y la mayoría de estas decisiones chocan con las tendencias en el cine hecho para vender taquilla. Si, este es un filme “anti-cool”. Pero en una era pos-moderna (super referencial y auto consciente) de cine, es chévere ver propuestas maduras de cineastas a los que no les importa un soberano carajo lo que piensen las audiencias. Está es esa película, este es ese cineasta. Todo quedó depositado en mantenerse fiel a la historia que querían contar y a sus personajes. Aplaudo su confianza. Está excelente…