Hay un excelente guión. Hay un elenco de actores en potencia. Hay una dirección madura que maximiza todos los aspectos dramáticos y temáticos de la historia. Que grata sorpresa…
Es increíble poder mencionar todos estos descriptivos en una película de John Cameron Mitchell (Hedwig and the Angry Itch, Shortbus), quizás el director más “inmaduro” de toda esa generación de cineastas que despuntaron en los años 90; pero es que este filme es específico. Hacía falta una persona que entendiera lo que la pieza quiere decir y Mitchell acertó: aquí se brega con el luto y sus efectos, no solo en los protagonistas, sino que en todas las personas que entran en contacto con ellos.
Todas las escenas, todos los momentos de esta película están enfocados. Becca (Nicole Kidman) llega a casa de su mamá, a visitar a su hermana y ve a un hombre negro que le da comida a un perro. Este perro le ladra a Becca, el hombre negro lo regaña y le dice a ella: “Tranquila, por alguna razón se pone así cuando le da hambre”. Ella le dice: “Lo sé, ese es mi perro”. Y con esa respuesta este hombre entiende todo, lo importante que es este perro y lo insignificante que es él. “Oh, un placer, yo soy Auggie”, le dice el hombre a Becca y ella descubre que este es el padre de su sobrino.
Ahora, un guionista y un director inseguro se hubiesen dejado seducir por el montón de posibilidades que le trae esta revelación a la próxima escena. Quizás la hubiesen desviado a una discusión “interesante” sobre raza, o sobre lo mayor que está el hombre para la hermana; pero no, se hace un solo comentario y se regresa enseguida a lidiar con el sentido de pérdida que siente toda la familia.
Ese tipo de concentración y visión de túnel, hacen que Rabbit Hole sea una de esas pocas piezas en el 2011 que está más preocupada con los humanos de su historia que con la forma y el estilo en su presentación. Está anclada en sus personajes y que bueno…es un respiro.
Nicole Kidman sabe escoger proyectos. Esta es la misma actriz que en los últimos diez años ha protagonizado Margot at the Wedding, Cold Mountain, Dogville, The Hours y The Others. Todas, películas que han sabido aprovechar esa frialdad que tan fácil comunica su rostro para obtener diferentes resultados. John Cameron Mitchell lo utilizó a la perfección. Aquí es un placer ver a Kidman batallando con su neurosis en silencio. En todos los cuadros del primer y segundo acto se ve a una mujer que le guarda secretos al mundo presentándose como fuerte. Es sorpresivo el efecto que causa en uno el ver esa fortaleza en su rostro quebrarse.
Pienso que Aaron Eckhart comparte esas cualidades con Kidman (el del “tough, strong-minded people”) y, aunque su personaje va en el asiento del pasajero de la película, es preciso observar como el guionista y el director fueron justos con su desarrollo. Lo importante es que a Eckhart no se le vio esa cualidad artificial californiana que abunda en muchos de sus “choices”. Y bien por él.
La fotografía de está película no quiere llamar la atención. La cámara es estática y la iluminación es común. Pero todo funciona. Pareciera que Mitchell quería que su filme operara en el mismo contexto estético de Army Wives o Desperate Housewives, que no hubiesen quiebres en el proceso de inmersión y que al espectador se le hiciese fácil el entrar a la suburbia. La familiaridad con esta atmósfera , la desaparece (eso es algo en lo que no se piensa), para así darle un real protagonismo a los personajes en pantalla.
Está claro que habían profesionales tomando decisiones en Rabbit Hole. Y la mayoría de estas decisiones chocan con las tendencias en el cine hecho para vender taquilla. Si, este es un filme “anti-cool”. Pero en una era pos-moderna (super referencial y auto consciente) de cine, es chévere ver propuestas maduras de cineastas a los que no les importa un soberano carajo lo que piensen las audiencias. Está es esa película, este es ese cineasta. Todo quedó depositado en mantenerse fiel a la historia que querían contar y a sus personajes. Aplaudo su confianza. Está excelente…
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